Me siento estancado/a en mi vida
Hay momentos en los que sentimos que la vida se detuvo. Que, aunque los días sigan pasando, por dentro algo está trabado. No sabemos si es ansiedad, miedo al futuro o una sensación de estancamiento que no podemos poner en palabras. Esta mezcla de emociones puede volverse pesada, confusa y paralizante. Y muchas veces aparece en etapas donde se supone que deberíamos "tener todo claro".
En este artículo quiero hablarte de tres experiencias comunes —la ansiedad, el sentimiento de estancamiento y la relación con los proyectos a futuro—. Primero por separado, y después de forma integrada, para entender cómo se relacionan entre sí y qué podemos hacer cuando sentimos que no avanzamos.
La ansiedad: cuando la mente corre más rápido que el cuerpo
La ansiedad es una respuesta natural del cuerpo ante situaciones que percibimos como amenazantes o inciertas. En dosis moderadas, puede ayudarnos a prepararnos para desafíos importantes. Pero cuando se vuelve persistente, intensa o desproporcionada, empieza a afectar nuestra vida cotidiana.
Puede aparecer como pensamientos constantes, dificultades para dormir, irritabilidad, sensación de ahogo, tensión corporal o la necesidad de tener todo bajo control. Muchas veces, se alimenta de preguntas sin respuesta: ¿Qué voy a hacer con mi vida? ¿Y si me sale mal? ¿Y si me equivoco?
El estancamiento: el peso invisible de no avanzar
Sentirse estancado no es lo mismo que no hacer nada. A veces estamos haciendo muchas cosas, pero igual sentimos que no vamos a ningún lado. Es como caminar en una cinta: nos movemos, pero seguimos en el mismo lugar.
Este sentimiento puede surgir por varias razones: rutinas monótonas, falta de motivación, miedo al cambio, comparaciones constantes o incluso por estar atravesando una etapa de duelo, incertidumbre o agotamiento emocional. El estancamiento nos confronta con una incomodidad interna que cuesta nombrar, pero que se siente muy real.
Los proyectos a futuro: entre la ilusión y la presión
Tener proyectos a futuro suele verse como algo positivo. Nos da dirección, sentido y motivación. Pero también puede convertirse en una fuente de ansiedad si los sentimos lejanos, inalcanzables o si no sabemos por dónde empezar.
A veces, la presión por tenerlo todo resuelto antes de cierta edad que nos impone la sociedad, puede hacer que pasemos más tiempo angustiados por lo que no tenemos, que conectados con lo que sí deseamos. Esto puede hacernos dudar de nuestras decisiones, compararnos o pensar que vamos "atrasados".
Cuando todo se mezcla: ansiedad, estancamiento y futuro
Estas tres experiencias están profundamente relacionadas. La ansiedad puede surgir por no tener claro el futuro. El estancamiento puede alimentar la ansiedad. Y la dificultad para proyectarnos puede hacer que dudemos de nuestras capacidades o que evitemos tomar decisiones.
Muchas veces, las personas que llegan a consulta traen una mezcla de estos tres temas: "Siento que no estoy haciendo nada con mi vida", "No sé qué quiero", "Me agobia pensar en el futuro", "Estoy paralizado/a". Son frases que encierran mucho malestar, pero también la posibilidad de empezar a mirar hacia adentro y buscar ayuda.
Síntomas y causas que pueden ocurrir
Síntomas:
-
Dificultad para tomar decisiones
-
Sensación de vacío o desconexión
-
Cambios en el sueño o el apetito
-
Dificultad para concentrarse
-
Desmotivación o cansancio constante
-
Pensamientos repetitivos o catastrofistas
-
Llanto fácil, irritabilidad o apatía
Causas posibles:
-
Presión social o familiar
-
Experiencias pasadas no resueltas
-
Crisis vitales (egresos, pérdidas, transiciones)
-
Exigencias internas (perfeccionismo, autoexigencia)
-
Falta de apoyo emocional
-
Expectativas poco realistas sobre uno mismo o el futuro
El rol del psicólogo clínico
Frente a este panorama, el acompañamiento psicológico puede ser una herramienta fundamental. En un espacio de confianza y sin juicios, es posible poner en palabras lo que sentimos, ordenar ideas, revisar nuestras creencias, reconocer recursos personales y explorar opciones con mayor claridad.
El trabajo clínico no consiste en decirle a alguien qué hacer, sino en acompañar el proceso de búsqueda. Identificar patrones de pensamiento disfuncionales, trabajar sobre la ansiedad desde el cuerpo y la mente, y construir una relación diferente con la idea de futuro.
Desde un enfoque cognitivo-conductual, por ejemplo, podemos trabajar sobre los pensamientos automáticos, desarrollar habilidades de afrontamiento, y establecer metas concretas, realistas y progresivas.
Estrategias posibles
-
Psicoeducación: entender qué es la ansiedad y cómo funciona ya genera alivio.
-
Registro de pensamientos: identificar ideas automáticas que alimentan la ansiedad.
-
Mindfulness y respiración consciente: para anclar la atención al presente.
-
Técnicas de activación conductual: pequeñas acciones que nos conectan con lo valioso.
-
Revisión de creencias sobre el éxito y el futuro: ¿de quién son esas ideas?
-
Diseño de objetivos graduales: no hace falta tener todo resuelto para dar el primer paso.
-
Aceptar los momentos de pausa: no siempre se trata de avanzar, a veces se trata de habitar el presente.
En resumen
La ansiedad, el estancamiento y la dificultad para proyectarse son experiencias humanas, que todos atravesamos en distintos momentos. No son señales de fracaso, sino llamados de atención que nos invitan a revisar cómo estamos viviendo, qué necesitamos, y qué recursos podemos activar.
Buscar acompañamiento no es rendirse, es una forma de hacerse cargo con conciencia y cuidado. Nadie tiene todo resuelto, pero todos podemos empezar a construir algo distinto, paso a paso, incluso cuando todavía no vemos el camino completo.
Si sentís que estás en uno de estos momentos, podés dar el primer paso pidiendo ayuda. A veces, hablarlo con un otro puede hacer toda la diferencia.